Esta Semana Santa estuve un par de días en Roma, impartiendo dos talleres en el marco del UNIV 2024, un “encuentro internacional de jóvenes universitarios que buscan profundizar en su fe, en su vida y dar sentido a su trabajo”, tal como ellos mismos se definen.
Mi taller trataba sobre sexualidad y, claro, surgieron algunos temas inevitables cuando se habla de sexualidad, como la intimidad y el pudor, de los que ya he escrito en otras ocasiones.
Aristóteles explicaba que la vergüenza o el pudor surgen cuando algo de nuestro ser se desequilibra, se escapa de nuestro control y perdemos la armonía que nos da nuestra condición de seres racionales. Por ejemplo, cuando tenemos un ataque de ira incontrolada y nos salimos de nosotros mismos, sentimos vergüenza y nos vemos impelidos a pedir perdón por el daño que hayamos podido hacer a los demás o a nuestra propia dignidad personal.